por Mons. Carlos González Saracho
Publicado en la revista Hacer empresa en mayo, 2024
Si entendemos el career portfolio como la diversidad de experiencias, formaciones, habilidades e intereses que conforman la “caja de herramientas” de cada persona, podemos notar su estrecha relación con la definición clásica de virtudes como “hábitos operativos buenos” que facilitan las acciones buenas y rectas. Ejemplo sencillo: a una persona ordenada le resulta más fácil dejar las cosas en orden, tener prioridades, etc.
Esto se aplica a la vida profesional y debería aplicarse con más motivo a la vida familiar. Para que un matrimonio resista —palabra fea, pero realista considerando las dificultades que surgen— hace falta cuidarlo y mimarlo. No basta la buena voluntad, sino también unas capacidades en cada uno que ayuden a fortalecer esta unión para que sea duradera: felizmente duradera.
Lograrlo es difícil. Pero en realidad no tan complicado, porque se trata de adquirir hábitos que se conviertan en nuevas formas de ver la vida, de afrontar un día y otro, hasta descubrir que el amor está en los detalles: en una mirada, en una llamada… hábitos sencillos, casi cuantificables.
El economista, filólogo y experto en orientación familiar Fernando Poveda afronta este desafío en su libro La pareja que funciona, del que resumiré a continuación y muy sintéticamente ocho claves que permiten adquirir esos hábitos tan importantes para la vida familiar y profesional.
SI ENTENDEMOS EL CAREER PORTFOLIO COMO LA DIVERSIDAD DE EXPERIENCIAS, FORMACIONES, HABILIDADES E INTERESES QUE CONFORMAN LA “CAJA DE HERRAMIENTAS” DE CADA PERSONA, PODEMOS NOTAR SU ESTRECHA RELACIÓN CON LA DEFINICIÓN CLÁSICA DE VIRTUDES.
- Tomarse realmente en serio la preparación para la familia. Si nos fijamos en nuestra vida y en la vida de cualquier persona, veremos que se dedica mucho tiempo a la preparación personal y profesional. Sin embargo, a la preparación para la familia, para la vida de pareja, no nos preparamos de igual forma. La familia es una inversión para toda la vida, y para este fin hay que prepararse. Hay que estudiar. ¿Cómo? Conociendo de verdad al otro, pero también a uno mismo, en todos los aspectos. Como decíamos antes, el amor está en los detalles; pero previamente hay que conocer el mundo de las necesidades del otro: saber cuáles son los detalles que quiere y cuáles no.
- Cuidar la comunicación. La comunicación y el trato dentro de la pareja son la base del conocimiento mutuo que a su vez es la base del amor. Lamentablemente, muchos padres descuidan el matrimonio una vez que llegan los hijos. “La principal clave para la buena educación de los hijos es cuidar la vida en pareja, por encima de la educación de los hijos”, escribe Poveda, que es marido y padre de familia numerosa. Por esto, es fundamental sacar el máximo partido al tiempo compartido en pareja.
- Cuidar tu bonsái. El amor puede romperse, y así lo atestiguan rotundamente las estadísticas. Por eso, hay que cuidarlo, y cuidarlo todos los días, como algo delicado, como si fuera un valioso bonsái. Un error que lleva a fracasar muchos matrimonios es confundir amor con sentimiento. El amor radica fundamentalmente (no solo) en la voluntad y en la libertad. Por eso es bueno no confiarnos, no abandonarse y luchar todos los días como si fuese el último… o el primero.
- Disfrutar de las cosas buenas. También del placer sexual que, en el matrimonio, no solo es bueno, sino básico para que la pareja funcione. Cuando se ama, se ama con toda la persona y a toda la persona.
- Cuidar el buen humor. Tanto la risa como el buen humor generan endorfinas, lo que a su vez produce sensación de alegría, felicidad y ganas de vivir. Las personas que saben reírse afrontan de una manera más sensata los problemas y dificultades de la vida y se forma en el hogar un ambiente optimista. Como tantas virtudes, el buen humor y la actitud positiva no es algo innato —aunque el temperamento ayuda—, sino voluntario.
EL AMOR PUEDE ROMPERSE, Y ASÍ LO ATESTIGUAN ROTUNDAMENTE LAS ESTADÍSTICAS. POR ESO, HAY QUE CUIDARLO, Y CUIDARLO TODOS LOS DÍAS, COMO ALGO DELICADO, COMO SI FUERA UN VALIOSO BONSÁI.
- Aprender a gestionar las crisis. Antes de casarse hay que tener muy claro que en el matrimonio los malos momentos llegan, tarde o temprano. Es algo que está ahí. Es normal que haya muchas pequeñas discusiones, malos momentos, algunas crisis e incluso alguna grandes crisis. No se puede pensar que somos los únicos que pasamos por ellas. Lo importante es saber gestionarlas.
- Anticiparse a las crisis. La forma más efectiva para evitar las crisis o que tengan efectos más limitados es prevenirlas. Todos los puntos anteriores se enfocan a esto. Pero además es fundamental hablar las cosas. Antes de las crisis, para resolverlas, y después para hacer balance: hablar todo lo necesario de forma asertiva. Sin reproches. Con cariño y humildad.
- Volver a enamorarse. El amor es algo dinámico que hay que renovar a diario. ¿Cómo? Poniéndose siempre en el lugar del otro, teniendo paciencia y dedicando tiempo, recordando los momentos que fueron alimentando el matrimonio, sonriendo, borrando los reproches, siendo detallista, amando y perdonando. El papa Francisco suele repetir que las tres palabras decisivas para la felicidad matrimonial y que conviene repetir frecuentemente son: “gracias, con permiso y perdón”.