Consejos de santos para situaciones de estrés


    por Mons. Carlos González Saracho
 Artículo aparecido en la revista HACER EMPRESA en febrero de 2024
 
Son conocidos los beneficios que aporta el Método de Harvard para la negociación y sus pasos fundamentales: preparación, definición de los problemas, generación de opciones y evaluación de las opciones. En esta columna, sin pretender ofrecer ningún método, recogeré unos consejos de personas famosas, que la Iglesia católica reconoce como santos, y que resultan muy eficaces para evitar, gestionar o resolver situaciones de estrés.

1. Hablar amablemente

San Juan Bosco (1815-1888), fundador de la querida Congregación Salesiana, poseía muchas condiciones de liderazgo. Insistía en que “la dulzura en el hablar, en el obrar y en el reprender, lo gana todo y a todos”. Es muy útil aprender a utilizar más frecuentemente el verbo ‘rectificar’ que ‘corregir’, procurar adoptar respuestas afectivas e incluir palabras positivas. San Juan Bosco añadía: “Jamás reprendas ni humilles en presencia de los demás, sino avísalos siempre ‘in camera caritatis’: o sea dulcemente y en privado”. El ser amable ―no meloso― permite conectar mejor con los demás y fortalecer vínculos, lo que da seguridad a las personas.

2. Sonreír frecuentemente

Está relacionado con la amabilidad. La Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) advertía: “La paz comienza con una sonrisa. Inicia cada día con una sonrisa, aunque no hayas podido descansar en la noche. Una sonrisa puede cambiar tu suerte y la de aquellas personas que se crucen contigo”. En la medida en que nos proponemos sonreír, iremos adquiriendo un hábito que nos ayudará personalmente y al mismo tiempo alivia la carga de los demás. Es todo un desafío, porque implica hacerlo incluso cuando tantas cosas duelen; pero nos permite ir saliendo de nuestro egoísmo y de nuestra comodidad.

Inicia cada día con una sonrisa, aunque no hayas podido descansar en la noche. Una sonrisa puede cambiar tu suerte y la de aquellas personas que se crucen contigo”.

Quizá ante estos dos consejos, alguien quiera justificar sus faltas aludiendo a que tiene un temperamento muy fuerte, que es muy impulsivo. A esto responde San Josemaría Escrivá (1902-1975): “No digas: ‘Es mi genio así…, son cosas de mi carácter’. Son cosas de tu falta de carácter”. Efectivamente, la fortaleza implica paciencia, saber llevar las dificultades sin quejarse ni reaccionar destempladamente.

3. Reunirse y compartir necesidades

San Juan Pablo II (1920-2005) pronosticaba que “el amor será en realidad fermento de paz, cuando la gente sienta las necesidades de los demás como propias y comparta con ellos lo que posee, empezando por los valores del espíritu”. Para evitar o remediar las tensiones familiares se requiere un equilibrio entre lo que queremos y lo que otros quieren, entre lo que ambas partes necesitamos y lo que nos permite conseguir un adecuado bienestar. Esto exige ser participativo, poner voluntad y el deseo por conocer más profundamente a los que nos rodean; de lo contrario será muy difícil construir oportunidades y seguir adelante juntos.

4. Pedir perdón y perdonar rápidamente

San Juan Pablo II también aconsejaba: “No pierdas el tiempo guardando rencor. Déjalo ir de inmediato y continúa con una relación amorosa. Debemos perdonar siempre, recordando que nosotros mismos hemos necesitado el perdón”. El orgullo no tiene cabida en un hogar tranquilo. Mejor dicho: el orgullo impide que se desarrolle un ambiente tranquilo, agradable. Por eso debería ser habitual saber disculparse con facilidad y pedir perdón. De hecho, lo que normalmente ocurre es que tenemos necesidad de ser perdonados mucho más que de perdonar a los demás.

San Juan Pablo II también aconsejaba: “No pierdas el tiempo guardando rencor. Déjalo ir de inmediato y continúa con una relación amorosa. Debemos perdonar siempre, recordando que nosotros mismos hemos necesitado el perdón”.

Existe una visión desenfocada y bastante generalizada del perdón, como una realidad afectiva: “me cuesta perdonar”, “no me siento inclinado a perdonar”. Pero la Madre Teresa de Calcuta nos aclara: “El perdón no es un sentimiento, sino una acción voluntaria”. La acción voluntaria de no odiar, no dañar, no devolver mal por mal, no quedarse resentido o sintiendo ira por lo padecido, no vengarse. Y eso significa elegir “hacer las paces” o buscar la paz con los demás.

Es verdad que el perdón cuesta mucho y que no cicatriza inmediatamente las heridas afectivas, pero restaura los circuitos del amor, nos saca de nuestro egoísmo… y eso tiene efectos cicatrizantes. Como completaba la Madre Teresa: “Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió”.

5. Ser pacientes

La Madre Teresa de Calcuta también advertía: “Al darle a alguien todo tu amor nunca es seguro que te amarán de vuelta. No esperes que te amen de vuelta; solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona. Pero, si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo”. Hay frases cariñosas que nos encantaría oír, especialmente en las relaciones familiares, y que quizá nunca escuchemos de la boca de los demás. Pero la paciencia y la generosidad nos llevan a no quedarnos en esa sensación de vacío y dar un paso más para perseverar en nuestro esfuerzo.

Cuando permanecemos pacientemente en el amor, damos “crédito afectivo” al otro. Mirémoslo desde nuestro lado: ¿hasta cuándo nos gustaría que nos den crédito a nosotros?  Seguramente para siempre, sin plazo de vencimiento. Es lógico sentir cansancio emocional porque se invierte mucho ―al menos subjetivamente― y se obtiene muy poco a cambio. A veces, renunciamos a muchas cosas por atender a nuestros padres, por hacer felices a nuestras parejas y por dar lo mejor a nuestros hijos. Para hacer frente al estrés familiar y al cansancio emocional hay que poner amor en lo que hacemos, aunque sea rutinario, y no perder nunca de vista el fin: así invertimos en los demás, pero también en nosotros

6. Compartir tiempo de calidad

Cuando estaba en Cracovia, antes de ser papa, San Juan Pablo II destinaba parte de su tiempo a llevar grupos de jóvenes a la montaña para esquiar o hacer senderismo. Siempre buscaba un tiempo de exclusividad para hablarles, escucharlos y compartir sus experiencias y conocimientos. Una forma de mejorar las relaciones interpersonales y combatir las tensiones es“desconectar”, cambiar de rutinas y romper esos hábitos en los que a veces caemos, en los que acaba apareciendo el agobio, el cansancio o los reproches. ¿Cuánto tiempo de calidad compartimos en familia? Un paseo, una reunión distendida en el campo o en un balneario, etc., permiten hablar sobre aquellos asuntos que son realmente importantes en un contexto diferente y más relajado.

Releyendo estos consejos y conociendo la vida de quienes los han dado, se entiende una afirmación de San Josemaría Escrivá: “La felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra”.