EL LIDERAZGO MÁS DURADERO DE LA HISTORIA


 por Mons. Carlos González Saracho
 Artículo aparecido en la revista HACER EMPRESA en diciembre de 2022

 

El liderazgo más sorprendente de la historia es a la vez el más difícil de analizar, al menos en términos humanos. Es el más sorprendente por su influencia universal y porque la institución fundada por su líder, la Iglesia católica, tiene 2000 años. Por si esto no bastara, esa institución ha sido perseguida desde sus comienzos hasta la actualidad —en 2020 murieron perseguidos 4761 cristianos, el 90 % en África subsahariana—.

Al propio fundador lo criticaron, calumniaron, enjuiciaron y mataron. Además, la institución está formada por personas que diariamente cometen errores, algunos graves. Y es sumamente difícil de analizar, considerando que el aspecto organizativo humano es el menos importante —como la punta de un iceberg—, ya que el aspecto más relevante es el espiritual.

Procuraré reflexionar brevemente sobre este liderazgo, intentando sacar algunas posibles orientaciones para quien tiene responsabilidades directivas en organizaciones. Con este fin, lo mejor parece centrarse en la definición que el mismo fundador dio de sí mismo, en el capítulo 10 del Evangelio de San Juan, versículos 1 al 10:

En verdad, en verdad les digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido;

pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.

A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.

Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz:

a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas.

Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; y las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

 Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas;

 el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa;

y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen,

igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

 

EL LIDERAZGO MÁS SORPRENDENTE POR SU INFLUENCIA UNIVERSAL Y PORQUE LA INSTITUCIÓN FUNDADA POR SU LÍDER, LA IGLESIA CATÓLICA, TIENE 2000 AÑOS.

 

Sorprende que, en una sociedad en la que había militares, maestros y monarcas, Jesucristo se autodefina como “el buen pastor” y añade “soy la puerta” (de las ovejas). Ambas comparaciones —pastor y puerta— hacen referencia al nuevo templo que esperaban los judíos y al liderazgo en ese templo que sería glorioso. Jesús es el pastor que guía hacia ese nuevo templo y es la puerta por la que las ovejas entrarán a él. La identificación de Jesús con “la puerta de las ovejas” puede hacer también referencia a la costumbre de los pastores de aquella época de acostarse atravesados delante de la apertura de la cerca —que no tenía una puerta real, ni techo— cumpliendo una función de contención para impedir que las ovejas salieran.

Cuando Jesús pronunció estas palabras, el pueblo judío estaba sometido a la dominación romana, lo que fomentaba injusticias y rivalidades. Como consecuencia, especialmente en las clases altas, el liderazgo religioso tenía un significado con marcadas connotaciones políticas: esperaban a un mesías que los liberara del poder romano. En cambio, la gente sencilla y de condiciones sociales más bajas, veía el liderazgo con un contenido predominantemente espiritual.

Jesús comienza con una aclaración: quien no entra en el “corral” —es decir en el patio del templo— es un “ladrón” y un “bandido”. Con esto, señala aquellos líderes que no son verdaderos guías ni se comportan como tales, los que consiguen el título y el cargo correspondiente por medio de favores y compromisos, y carecen de autoridad moral. Por el contrario, a diferencia de los ladrones y de los bandidos, el buen pastor no salta la cerca, sino que “entra por la puerta”. Encontramos aquí una primera característica de liderazgo: la legitimación y la autoridad moral obtenida por la experiencia, méritos y conducta previa.

Una segunda característica es el conocimiento personal e íntimo que tiene de las ovejas, demostrado por el hecho de que llama a cada una por su nombre (algo que se mantiene en los pastores palestinos en la actualidad, por ejemplo, “orejas largas”) y ellas escuchan y reconocen la voz del pastor. Esta especial relación entre el pastor y las ovejas no se establece tanto por “lo que dice” el pastor, sino por “cómo lo dice”: su voz y por la reciprocidad del conocimiento. Aplicando esto a una organización —y sin quitar importancia al contenido de las directrices y orientaciones de quien manda—, se pueden sacar algunas conclusiones sobre la importancia del “modo” en que se transmiten, la proximidad (“llamarlos por su nombre”), sintonía y empatía, y sobre la fluida y transparente comunicación interna. En esta línea, San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, decía: “Gobernar es hacer trabajar; y gobernar bien es hacer trabajar con orden y con alegría”.

En la expresión que se traduce habitualmente como “buen pastor”, Jesús utiliza el adjetivo griego “kalós”. En realidad, este término significa literalmente “bello”. No tanto en sentido estético, sino en cuanto modelo de perfección, conducta ejemplar, admirable, ya que el buen pastor expone y entrega su propia vida por las ovejas. El pastor conoce a las ovejas y da su vida por ellas, mientras que el asalariado no está verdaderamente interesado en ellas: cuando ve venir al lobo, las abandona. La comparación con el asalariado explica, por contraste, otra característica del buen pastor, que es la de cuidar el rebaño con su vida, a diferencia del mercenario, que está interesado ante todo en la propia ventaja y en la retribución por su trabajo. Tendríamos aquí, la tercera y la cuarta características del liderazgo: el buen ejemplo que atrae y estimula a seguirlo; y la entrega sacrificada —en su conducta profesional y respecto a la misión de la empresa— que se manifiesta particularmente en las situaciones de crisis.

Una quinta característica o consecuencia sería la unidad, que deriva del conocimiento recíproco y que incluso llega también a “otras ovejas”. La unidad del rebaño y del pastor es ante todo “ser uno”; es más que el resultado de una suma aritmética de dos sumandos. La mención de otras ovejas que no son de ese redil es una indicación del aspecto futuro del reino de Dios, que no corresponde tratar en este artículo, pero que podemos relacionar con la expansión futura de la Iglesia (de un grupo de pescadores de Galilea al mundo entero) y, en el caso de una organización meramente humana, con el crecimiento a otros mercados como consecuencia de una base sólida apoyada en una unidad interna.

 

EN LAS CLASES ALTAS, EL LIDERAZGO RELIGIOSO TENÍA UN SIGNIFICADO CON MARCADAS CONNOTACIONES POLÍTICAS: ESPERABAN A UN MESÍAS QUE LOS LIBERARA DEL PODER ROMANO. EN CAMBIO, LA GENTE DE CONDICIONES SOCIALES MÁS BAJAS, VEÍA EL LIDERAZGO CON UN CONTENIDO PREDOMINANTEMENTE ESPIRITUAL.

 

En este análisis, demasiado somero y superficial, no abordamos un aspecto fundamental, que es el de la condición mesiánica de Jesús incluida en la imagen del “buen pastor”, su relación de filiación especial y particular con Dios Padre, objeto de sendos y extensos tratados de la teología católica. De todos modos, podríamos resumir y simplificar el mensaje teológico-espiritual de la imagen del “buen pastor” de la siguiente manera: Jesús ha venido para dar vida y para darla en abundancia (cf. Jn 10,10). Esto se refiere a la vida sobrenatural, es decir, una nueva modalidad de encuentro y comunión con Dios, dinámica como la vida natural; una “vida nueva”, distinta, una modalidad que involucra “interiormente” a la persona entera y que implica relaciones exentas de egoísmo y de intereses privados.

Hacemos ahora un salto al tiempo presente, concretamente al 8 de mayo de 2022, cuando el papa Francisco comentó este capítulo de San Juan y se extendió insistiendo en que un buen pastor debe ir delante de las ovejas, vivir en medio de ellas y también saber estar detrás de ellas. El papa en esa ocasión se estaba dirigiendo a un grupo de obispos y sacerdotes, en cuanto pastores de los fieles. Pero sus reflexiones tienen puntos sugerentes para un examen de conciencia de quien tiene responsabilidades de gobierno y de educación. Recojo a continuación tres párrafos de su discurso.

Ir delante de las ovejas no significa —en la Iglesia— poder o privilegios, sino “ir delante en el servicio desinteresado a los demás. El pastor es el primero que abre la puerta de la Iglesia y se pone a rezar por el pueblo. Ir delante significa que es el primero en enterarse de los problemas del pueblo, de aquello que más les preocupa. Ir delante significa que, ante un pobre que no se puede desplazar al centro de salud, es el primero que pone a disposición su coche y su persona. Ir delante significa tener la puerta siempre abierta para todos. Ir delante significa ‘poner la vida por delante’. Primero la vida y después la palabra”.

En medio de las ovejas “es estar con el pueblo en todo lo bueno, lo positivo, lo auténtico que vive el pueblo. Saber comer con ellos el ‘pan tierno y crujiente’ de los días de fiesta y el ‘pan duro y amargo’ de los días de luto. Saber compartir con el pueblo sus gozos y sus sufrimientos. Estar en medio significa sentirse ‘arropado’ por el pueblo, sintiendo el cariño de todos y tratando de querer a todos en actitud de servicio. No es un ser solitario, sino solidario. Estar en medio significa escuchar de cerca los problemas, las inquietudes, los deseos de paz, de justicia y de fraternidad. Hermano entre hermanos, es capaz de crear amistad, unión, bienestar, unidad. Y, si siempre se ha dicho que ‘la unión hace la fuerza’, que además se pueda decir: ‘la unión hace la fiesta’. (…) La gente sencilla se lo pasaba en grande con Jesús y Jesús con ellos”.

 

IR DELANTE DE LAS OVEJAS NO SIGNIFICA —EN LA IGLESIA— PODER O PRIVILEGIOS, SINO “IR DELANTE EN EL SERVICIO DESINTERESADO A LOS DEMÁS»

 

Por último, en un rebaño “detrás, en la cola, siempre van las rezagadas, las más débiles, las que no pueden seguir el paso de las demás, las recién paridas a las que hay que ayudar a llevar los corderitos que no pueden todavía caminar. En el evangelio se dice que hay que cuidar de modo especial ‘a los pequeñitos’. Y los pequeñitos son los más ancianos, los enfermos, los de menos luces, aquellos a quienes la vida les pesa demasiado y necesitan una ayuda especial. Esa bella imagen de Jesús como buen Pastor, poniendo en brazos a la oveja descarriada hay que actualizarla en nuestros días. Hay mucha gente herida, gente que sufre mucho, gente cansada, gente decepcionada. A todos hay que atender, acoger, acariciar”.

Estas reflexiones, dirigidas —repito— principalmente a sacerdotes, nos pueden dar pistas para orientarnos en momentos de crisis, especialmente en una cultura en la que todo —también el liderazgo— es autorreferencial y motivado en el interés personal. Alguno podrá comentar que esto es muy bonito pero muy teórico, que no se aplica en casos de crisis, etc. Y puede tener razón, porque estamos hablando de metas, de orientaciones, de principios, que primero hay que entender antes de poner en práctica.

Encontré un ejemplo interesante, de las guerras de la Edad Media, en el que se aplicó un principio moral, que nos puede inspirar cuando buscamos respetar la dimensión comunitaria de una empresa en el contexto de las guerras económicas actuales, al menos para pensar “fuera de la caja”. En 1139 la Iglesia condenó, en el Segundo Concilio de Letrán, el uso de las ballestas. A primera vista, parece absurdo y contradictorio condenar estas armas de guerra, y que no se hayan condenado otras, como el azote, que hacía girar una bola con puntas afiladas al final de una cadena, o el aceite hirviendo, o el hacha de guerra, la lanza o la espada. La razón de esta prohibición —en un contexto histórico que contemplaba “la guerra justa”— radica en que las piedras lanzadas desde las balistas y los dardos de las ballestas se arrojan por una mecánica que escapa al control del soldado, porque van tan rápido y tan lejos que el soldado no puede prever ni ver todas las consecuencias de su gesto.

Hoy en día, un ejecutivo no tiene los medios para controlar y limitar todos los riesgos asumidos por sus empleados que utilizan habilidades, trucos del oficio, herramientas o patrones de pensamiento a veces imprevisibles. En ese sentido, el principio enunciado en 1139 nos da una orientación para este problema: la actitud prudente es la del sentido común, la de ponderar las posibles consecuencias, también para terceros, y evitar algunas técnicas más potentes y preferir las que podamos dominar y controlar de alguna manera.