MATEMÁTICA Y FE: ¿EL HUEVO O LA GALLINA?


 por Mons. Carlos González Saracho
 Artículo aparecido en la revista HACER EMPRESA en octubre de 2022


Quizá alguna vez nos vino la siguiente duda: ¿las matemáticas las inventamos nosotros o nos preceden? Se trata de una pregunta antigua a la que no podremos dar una respuesta segura. Hablando con matemáticos amigos, comprobé que la mayoría parten de la base de que es un invento nuestro, pero muchos piensan después que ese invento es en realidad un “descubrimiento” de algo que ya existía, o sea que las matemáticas nos descubren un mundo que debemos explorar, más que inventar.
El 6 de abril de 2006, Benedicto XVI recibió a un numeroso grupo de jóvenes. Giovanni, un chico de 17 años le preguntó sobre cómo armonizar ciencia y fe. La extensa y sugerente respuesta del papa abordó el papel de la matemática: “El gran Galileo Galilei afirmaba que Dios escribió el libro de la naturaleza con la forma del lenguaje matemático. Galileo estaba convencido de que Dios nos ha dado dos libros: el de la sagrada Escritura y el de la naturaleza. Y el lenguaje de la naturaleza —esta era su convicción— es la matemática. Por tanto, la matemática es un lenguaje de Dios, del Creador. Reflexionemos ahora sobre qué es la matemática: de por sí, es un sistema abstracto, una invención del espíritu humano que, como tal, en su pureza, no existe. Siempre es realizado de forma aproximada, pero, como tal, es un sistema intelectual, es una gran invención —una invención genial— del espíritu humano. Lo sorprendente es que esta invención de nuestra mente humana es realmente la clave para comprender la naturaleza: la naturaleza está realmente estructurada de modo matemático, y nuestra matemática, inventada por nuestro espíritu, es realmente el instrumento para poder trabajar con la naturaleza, para ponerla a nuestro servicio, para servirnos de ella mediante la técnica.


LA NATURALEZA ESTÁ ESTRUCTURADA DE MODO MATEMÁTICO, Y NUESTRA MATEMÁTICA, INVENTADA POR NUESTRO ESPÍRITU, ES REALMENTE EL INSTRUMENTO PARA PODER TRABAJAR CON LA NATURALEZA, PARA PONERLA A NUESTRO SERVICIO.


Me parece casi increíble que coincidan una invención del intelecto humano y la estructura del universo: la matemática inventada por nosotros nos da realmente acceso a la naturaleza del universo y nos permite utilizarlo. Creo que esta coincidencia entre lo que nosotros hemos pensado y el modo como se realiza y se comporta la naturaleza, son un enigma y un gran desafío. Vemos que, en definitiva, hay «una» razón que une a las dos: nuestra razón no podría descubrir la otra (la de la naturaleza) si no hubiera una idéntica razón en la raíz de ambas”.
También Albert Einstein hablaba de una “razón encarnada” y concluía: “Es verdad que, en la base de todo trabajo científico calificado encontramos la convicción de la racionalidad e inteligibilidad del mundo (…). Esta firme convicción, unida al sentimiento profundo de la existencia de una mente superior que se manifiesta en el mundo de la experiencia, constituye para mí la idea de Dios”. Más recientemente, Stephen Hawking escribió: “La impresión abrumadora es que hay un orden. Cuantas más cosas descubrimos del universo, más confirmamos que está gobernado por leyes racionales”.  Estos razonamientos, junto con el descubrimiento del ADN, influyeron en el filósofo analítico inglés Antony Flew, que el 9 de diciembre de 2005 en una célebre conferencia en Nueva York anunció que, después de haber sido reconocido como el mayor filósofo del ateísmo del siglo XX, se había convencido de la existencia de Dios a raíz de las evidencias científicas. Explicó su pensamiento en el bestseller “There is a God: How the world´s most notorious atheist changed his mind” (2007).


ME PARECE CASI INCREÍBLE QUE COINCIDAN UNA INVENCIÓN DEL INTELECTO HUMANO Y LA ESTRUCTURA DEL UNIVERSO: LA MATEMÁTICA INVENTADA POR NOSOTROS NOS DA REALMENTE ACCESO A LA NATURALEZA DEL UNIVERSO Y NOS PERMITE UTILIZARLO.


Hace muchos años, en Francia, un señor de unos 70 años de edad viajaba en tren y leía un libro con la portada de color negro. Tenía a su lado a un universitario que leía un libro de ciencias. El joven se dio cuenta de que la persona mayor estaba leyendo la Biblia y le preguntó: “Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?”. A lo que su interlocutor respondió: “Sí. Pero no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado?”. Con cierto aire de condescendencia, el universitario le explicó que la Revolución Francesa había demostrado la miopía de la religión y que solamente personas sin cultura creían que Dios había creado el mundo en siete días y cosas del estilo; e invitó al interlocutor a conocer mejor los descubrimientos científicos. La persona mayor, con gesto de sorpresa, preguntó: “Y…, ¿es eso mismo, lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia: que este libro es un cuento?”. El joven sonrió amablemente y le dijo: “Por supuesto. Mire, ahora debo bajar en la próxima estación y no tengo tiempo para explicarle. Pero déjeme su tarjeta con su dirección y le mandaré material científico por correo”. El anciano agradeció y con mucha paciencia abrió el bolsillo derecho de su bolso y entregó su tarjeta al muchacho. Cuando este leyó la tarjeta salió del vagón cabizbajo. La tarjeta decía: Profesor Doctor Louis Pasteur, Director General del Instituto de Investigaciones Científicas de la Universidad Nacional de Francia. Este hecho ocurrió en 1892 y lo recogió el mismo Pasteur en su autobiografía, concluyendo la anécdota con una reflexión: «Un poco de ciencia nos aparta de Dios; mucha, nos aproxima a Él».


«UN POCO DE CIENCIA NOS APARTA DE DIOS; MUCHA, NOS APROXIMA A ÉL»


Ciento cuatro años después de este encuentro entre Pasteur y un joven, Benedicto XVI terminaba en Roma su explicación a ese otro joven, llamado Giovanni, después de argumentar que la matemática muestra la “estructura racional del universo”: “Así, vemos que hay una racionalidad subjetiva y una racionalidad objetiva en la materia, que coinciden. Obviamente, nadie puede probar —como se prueba con experimentos, en las leyes técnicas— que ambas tuvieron su origen en una única inteligencia, pero me parece que esta unidad de inteligencia, detrás de esas dos inteligencias, es realmente manifiesta en nuestro mundo. Y cuanto más podamos servirnos del mundo con nuestra inteligencia, tanto más manifiesto será el plan de la Creación. Sin embargo, a mí me parece que el verdadero problema actual contra la fe es el mal en el mundo: nos preguntamos cómo es compatible el mal con esta racionalidad del Creador. Y aquí realmente necesitamos al Dios que se encarnó y que nos muestra que él no solo es una razón matemática, sino que esta razón originaria es fundamentalmente Amor. Si analizamos las grandes opciones, la opción cristiana es también hoy la más racional y la más humana. Por eso, podemos elaborar con confianza una filosofía, una visión del mundo basada en esta prioridad de la razón, en esta confianza en que la Razón creadora es Amor, y que este amor es Dios”.